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Tulio. El Pintor

Tulio. El pintor. Por Silvia Dick Naya 

Tulio de Sagastizábal, es un simulador de dificultades que tiene el don y la gracia de hacer creer que sus pinturas, son fáciles de hacer. El artista Eduardo Stupía lo define como maestro de pintores, que pinta simulando que no lo es. Y dice: “Sus piezas bien podrían parecer a primera vista ejercicios de color; cuidadosos tránsitos por combinatorias cromáticas, ejecutados sin otra pretensión que la de entrenar.”¿Porqué? Por que su pintura parece hecha por un joven que “no para” de pintar, creando sin ajustarse a regla alguna, vibrantes y coloridas obras.

Lo que pasa, es que el trabajo de este artista (no tan joven), consiste en la realización, a simple vista, de figuras geométricas: círculos, óvalos, cuadrados, bandas verticales y horizontales que poseen contornos desdibujados, sin exactitud matemática. No hay líneas rectas, medidas calculadas, ni cinta de enmascarar. Pinta a mano alzada y a través de la elaboración de muchos colores, construye imágenes que a veces, plantean ilusiones ópticas. El color arma la escena: bandas en rosa viejo, celeste-turquesa o verde-botella sirven para mostrar su falta de interés en los efectivos colores primarios y sus típicas mezclas. Forma y color se fusionan con armonía y la aparente imprecisión, es la pulsión que lo identifica.
De Sagastizábal es pintor. Le interesa pintar y cree en la pintura como lenguaje. Una y otra vez se vincula con la tela o el papel, la acuarela o el acrílico que siente le imponen un proceso interno y le exigen un resultado externo. Su relación con la pintura parece coincidir con la teoría de la formatividad de Luigi Pareyson, que señala la capacidad que tiene la obra de ir revelándose hacedora en el proceso creativo. La actividad ejercida por la forma formante antes de existir como forma formada. Tulio lo explica así: “Dibujo con pinceles, cuando estoy pintando me aferro a un modo rápido e improvisado, que hereda su ingravidez y velocidad, del hábito de dibujar. Cambio mucho de dirección, tapo todo y vuelvo a rehacer, para que el relato de la pintura se vaya despegando lentamente de su propia materialidad, como si la pintura fuera conociéndose a si misma, antes de darse a conocer a los demás”.
Se formó en los talleres de Vainstein, Páez y Noé y en la lectura de intelectuales como Gilles Deleuze. Nacido en 1948 supo alrededor de los 30 años y después de un derrotero por el mundo, que lo llevo a vivir en España, Italia y Brasil, que no podía vivir sin pintar. Fue por una vía distinta a los artistas de su generación, que transitaban los caminos de la Nueva imagen (expresionista) hija de la transvanguardia de Achille Bonito Oliva promovida en Buenos Aires por Jorge Glusberg. Busco abrevar en las fuentes que su intuición le dictaba y no se equivocó.
Tulio de Sagastizábal entiende la abstracción como un lenguaje que no termina en la forma narrativa. Lo entiende universal y omnicompresivo de la experiencia humana. Explica: “Lo inagotable, como lo abstracto, son la necesidad y el deseo, el temor y muchas cosas que nos son comunes, antes de describirse en formas”. Y en ese sentido, se entrega por completo a su obra sin hacer cálculo alguno de su destino. “Desde hace mucho mi consigna es la deriva, y aunque los resultados inmediatos me son poco simpáticos, mi trabajo cotidiano está lleno de amor y de toda la pesadez de vivir. Así me gusta contemplar como algunas obras, levantan vuelo tiempo después”. Y así sucede que sus obras circulan sin importar presiones y modas, como hijos criados con amor, en el devenir de buenos y malos momentos, que a su tiempo, se van dignos a recorrer su propio camino.